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Los masajes relajantes son ese “mimo” o “regalo” que nos hacemos de vez en cuando, al sentirnos cansados, adoloridos, tensos, con molestias varias… O simplemente sobrepasados y con una sensación de pesadez que no se va ni aún tomándonos un fin de semana para estar de relax.

Sin embargo, no deberíamos esperar a sentirnos sobrepasados para disfrutarlos. De hecho, hacerlo más a menudo incluso podría brindarnos varios beneficios a la salud, además de ese grato alivio que tanto anhelábamos inicialmente.



Por lo general, se suelen recomendar a los deportistas, porque son quienes más tensión podrían llegar acumular después de cada sesión. No obstante, cualquier persona puede disfrutar de los beneficios de los masajes relajantes en el momento que lo desee. Esto quiere decir que los masajes se pueden ajustar a la persona, en función de sus necesidades y condiciones.


Conversar con la persona previamente


Preguntarle a la persona cómo se siente y cómo desearía sentirse luego, dónde siente más o menos molestias, dónde le gustaría recibir más atención (bien sea porque quiere aliviar la tensión allí acumulada o porque ese punto le ayuda a relajarse y sentirse mejor), entre otros detalles, forma parte de un buen ritual para dar masajes relajantes.

Es importante que durante la conversación la persona exprese si se sufre de algún problema en alguna parte del cuerpo, como puede ser una lesión. Esto ayudará a evitar que se manipule el área incorrectamente y se agrave su incomodidad. Además, de hacer esto, es conveniente animar a la persona a acudir a un especialista para aliviar ese problema o molestia.


La iluminación del espacio donde se realizará el masaje es fundamental para generar un ambiente agradable. Una luz suave (no del todo tenue) será lo más indicado. Invitará a la relajación, la calma y la quietud que la persona tanto necesita.

Por supuesto, la habitación no solo deberá contar con una iluminación suave, sino que debe ser confortable, con la temperatura adecuada. Nunca demasiado caliente ni demasiado fría y preferiblemente bien ventilada para que no la persona no sienta un “ambiente cargado”.

Asimismo, la acústica del espacio será clave. Debe ser un lugar donde los sonidos externos no penetren con facilidad ni de forma contundente. En esta línea, puedes elegir música instrumental y ponerla a un volumen bajo (a modo de ruido blanco o rosa).


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